martes, 27 de enero de 2015

3 MINUTOS CON JOEY CAPE


Y entonces esperando paciente por tirar una meada se acerca Joey Cape para hacer lo mismo antes de subir al escenario así que le cedo mi lugar de espera. Aun así hay alguien adentro del baño, y súbitamente ahí estábamos juntos con un mismo objetivo, Joey Cape y yo esperando tirar el agua de riñón y yo solo deseo que el tipo de adentro tire la meada más larga de su vida para poder tener minutos de charla con Joey.

En dos segundos estoy dispuesto a convertirme en gropie desenfrenada y atiborrar de elogios a mi héroe noventero, pero solo atino a decir alguna pendejada en inglés machucado y Joey saca su voz normal de chabelo fuera del personaje y asiente a mi balbuceo. Lo escucho hablar lento y con voz muy gruesa y me recuerda a mi entonces porque octavamos al cantar. También comparo su estatura con la mia y veo que somos muy parecidos, me siento tranquilo y seguimos esperando la meada.

Quise decirle que siempre fue un enorme problema tener un disco de ellos en original y teníamos que pedirlo a las tiendas como seres extraños y amorfos ante la ignorancia de tal género, quise platicarle que entonces teníamos que quemar sus discos o comprarlos quemados y escucharlos en los discman y las grabadoras de poder digital, teniendo que renovar constantemente ante el desgaste natural. Aquellos discos compañeros que aun se forman en anaqueles y se esconden en los nuevos formatos Mp3 que trajeron la modernidad.

Intenté comentarle a Joey sobre mis temas favoritos, explicarle como el Hoss cambió mucha de mi percepción de la música punkrocker, una transformación y valoración del género que viví en esa época, una suculenta y atractiva nueva forma de vivir el punk rock, riffs armoniosos y letras más cercanas a mi realidad tangible como nuevo adolescente apenas desvirgado. Quise decirle que la terrible portada de Lets talk about feellings, siempre estará en mi mente y que ese disco marcó mis viajes en el tren ligero la universidad, creando una burbuja de punk rock ante las miradas silentes. 

Ahí estábamos juntos con la presión de la orina, el tipo se notaba tranquilo, los nervios de los shows ya no son nada, adentro más de quinientas almas eran el cúmulo de una nostálgica espera que llevó años. Era la invasión de chavorucos que inundó el foro y que tenía en Joey al electo unánime maestro de ceremonias, director de orquesta. Él no lo sabía mientras esperaba su turno para mear pero estaban llegando a su fin años de espera de un gran personaje.

Quise también reclamarle como era posible tanta ausencia siendo de una ciudad tan cercana a este país, reclamar esa estúpida y equívoca evasión de los escenarios mexicanos. Solo somos jóvenes inmersos en una sociedad que no acoge nuestros gustos distintos e insiste en ofrecernos espectáculos hirientes de talento. Tal vez la culpa sea nuestra y ese desatino sea una simple consecuencia de la cultura musical que nuestro país adopta.

Salió del baño el ocupante anterior, y Joey con su mano derecha y su voz gruesa me indica que puedo entrar antes que él si así lo quiero respetando mi turno. Le cedo el espacio con gusto sabiendo que el show solo espera a que tiré su pipi y se largue al escenario. Antes, en mi inglés de borracho de fin de semana y después de esos minutos solo le agradezco por estar en México y hacernos a esta generación tan feliz por su visita. Con una mirada profunda y sencilla y su mano en mi hombro me dice: "Es un placer, ustedes los mexicanos son increibles"

Siempre quise conocer a Joey Cape