jueves, 5 de febrero de 2015

SUPLENTES MILLONARIOS



Las uñas de las manos se convierten en las víctimas de los nervios y la duda, los tachones brincotean y bailan el tap de la desesperación y las ganas, los músculos van y vienen en temperaturas distintas, se contraen, se estiran, se aflojan, brillan embalsamados y listos. Las agujetas como orejas caen y se arrastran, las espinilleras sudan y lloran desesperadas por recibir acción dentro del campo. Las manos sudan y los ojos buscan respuestas en el monstruo de mil cabezas que sigue el partido, buscan minutos entre los dientes de los técnicos aferrados, buscan un sitio dentro del sueño del sueño.

Así viven algunos futbolistas mexicanos en los banquillos europeos, así se les caen a pedazos las ilusiones de cada fin de semana, intercambiando playeras secas por sudadas, magnificando conversaciones de gatorade y powerdrinks entre risas coquetas en idiomas fríos y no tan conocidos. Es el mundo de la banca, el mundo del olvido y la desesperación, de la fama y la burla, el mundo de la línea del ya merito, donde se cuecen estrategias y mercadotecnias, donde las risas nerviosas y los saludos firmes a las cámaras de televisión son el día a día. El mundo donde rascarse un huevo puede ser más interesante que un balón dividido o una gambeta contundente.

¿Será que de verdad somos inferiores? ¿Será que los petardos africanos y sudamericanos de verdad se plantan mejor en la cancha que nuestros ídolos de maíz y tequila? Lo cierto es que las nalgas mexicanas están hechas para calentar banquillos europeos por aquí y por allá. Nos hemos vuelto expertos en soñar en nuevas grandes historias como las que el Pentapichichi logró en los ochentas y que un aguerrido y siempre presente Chicharito quiso empezar hasta que se le apagó la magia y volvió a las mismas instancias de observación metódica y millonaria suplencia.

Y entonces los millones de dolares se vuelven transparentes y se anidan en las cuentas bancarias, y mes con mes se cubren las cuotas y se cuelgan logros y triunfos y palmarés intransigente. El dinero y la trayectoria y la experiencia no se detienen y nuestros ídolos entonces se encuentran entre la disyuntiva de llorar el abandono o gozar el descanso millonario. Saben que volverán a México algún día y se colgarán triunfantes otros millones para vestir camisetas que nunca amaron que nunca soñaron.

El sueño de cualquiera pudiera ser recibir dinero sin trabajar, sin embargo, estos jugadores sufren la ausencia de trabajo aun cuando sigan recibiendo su cheque millonario y poder comprar ropa idiota como casi todos los futbolistas. Para ellos el sufrimiento millonario desde la banca pesa más al buscar respuestas y justificaciones a la prensa, o a papá o a mamá, o a la rubia de tetas grandes que se revientan las noches después del juego sin sudor. El dinero entonces no resuelve la tristeza de sentarse noventa minutos a ver el sueño europeo caerse a pedazos.

Nuestros héroes nacionales se han deleitado de banca en los últimos años, hay algunos casos de éxito, pero no hay leyendas nuevas, no hay insaciables ni incansables ni eruditos del balón. La banca les mutila sus carreras más no sus millones, les pone en evidencia ante un incrédulo y soñador pueblo mexicano. Hay trabajo, hay disciplina, hay salarios reducidos y aun así no se logran las expectativas. Hoy nuestro delantero estrella Chicharito se ha quedado seis meses más a préstamo para acariciar la banca del club más poderoso del mundo. Hoy nuestro héroe del marco Ochoa, mira los partidos del Malaga desde un sitio confortable, mascando el chicle la cara orgullosa y el sentir maniatado. 

Hoy, sin embargo los ridículos millones, siguen sonando la caja registradora.