martes, 9 de febrero de 2016

MI SUPER DOMINGO


Scott Norwood me rompió el corazón. Yo apenas había empezado a entender el juego de las tacleadas y los cascasos y el pateador de los Bills me dejaba frío en el sillón de casa. En ese entonces nadie vio el super bowl conmigo, no había tanto albur y locura por el domingo especial. Las toneladas de alitas de pollo aun no se vendían a nadie en México, seguramente se tiraban a la basura o se mandaban a los Estados Unidos como oro molido para la botana. Todo esto pasaba mientras Scott Norwood me recordaba lo infeliz que era con el Atlas de Luis Garisto.

Cuatro finales seguidas me regalaron los Bills con derrotas absurdas, dos contra los vaqueros lo cual me hizo odiar al equipo de Dallas con todo mi corazón. Comprendí que debía cambiar de equipo de urgencia ya que como aficionado del Atlas la loza sentimental que me estaba echando con los Bills era abrumadora y dañina para cualquier corazón sano en plena juventud. Bufalo estaba matando mi amor y orgullo deportivo con puntería de ajedrez. Decidí abandonar un poco el deporte de los gringos orgullosos por un tiempo.

Soy uno de los expertos en perder super domingos de futbol americano con cuatro derrotas de los Bills al hilo. Perdimos con todas las posibilidades, de manera dramática con la babosada de Norwood, con la paliza de los Vaqueros, en fin encontramos la manera de siempre perder el súper domingo. Incluso cuando no juegan los Bills el SB como no lo hacen desde 1994, son pocas las ocasiones que gana el equipo al que apoyo. De entrada he tenido que digerir el trago amargo de los títulos de los patriotas, equipo al que odio por infinitas razones.

Este domingo yo no apoyaba a nadie en realidad, los broncos de Denver me provocan más alegría que segunda lectura de misa, y las Panteras casi más excitación que un torneo de badmington de soldados remisos. Sin embargo mi balanza se inclinó un poco por los caballos de Denver por el simple hecho de el quarter back rival Cam Newton insistió días previos y minutos antes del partido en ser un verdadero patán. Un chico sobrepasado por el éxito que lo había posicionado como el MVP de esta temporada.

Newton juró que era imparable, predijo el triunfo seguro y se proclamó invencible desde días antes, concentró su estrategia de preparación en soberbia y escasa humildad. Saltó a la cancha a bailar calentando el brazo en una muestra más de show acelerado contrario a la concentración especial que necesita una final. No sabía aun que Miller y la línea defensiva de Denver le tenían preparada la peor tarde de su temporada, y aun mostrando grandes habilidades durante el juego el joven Newton no pudo coronar su temporada de ensueño.
Al final un Manning viejo y sobrio como lo fue toda su vida, sin tantos méritos en la cancha supo traducir la charla de la noche anterior a sus jugadores y llevarse las cámaras y los micrófonos mientras Newton en la derrota y aun hambriento de atención mediática se derribaba al piso y hacia piruetas y aspavientos que le regalaron titulares a la prensa y memes a la avalancha del mame mundial.

Dicen que las defensivas ganan los campeonatos y es verdad, si la defensiva histórica de mis Bills se hubiera portado como tal en las finales de los noventas quizás estaríamos hablando de varios anillos históricos de la mafia de Buffalo. La defensiva de Denver hizo su trabajo al pie de la letra y nos regalaron un maravilloso fin de temporada a los que nos gusta este deporte. Coldplay a la mitad del evento nos invitó a la paz en una plancha enorme de color. El super bowl seguirá siendo un domingo especial para muchos donde los pollos del mundo pierden sus extremidades para saciar la tradición. Ahora resta esperar otros siete meses para la revancha de todos, incluida la del super MVP Cam Newton.

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