lunes, 11 de abril de 2016

QUÉ TE PASÓ INGENIERO QUÉ TE PASÓ?



Como cuando la casa de tu novia está libre el fin de semana pero ella está en sus días, como cuando el Atlas tiene el penal del triunfo y lo falla el negrito Medina, como cuando agarras tu six de cerveza en el oxxo pero al pagar te dicen que ya no venden alcohol a esa hora, como cuando pasa el 371 después de esperarlo una hora y no te hace la parada... así se sintió el inicio del show de Pennywise ayer en Guadalajara ante una catastrófica noche del ingeniero de sonido de la banda de Hermosa Beach.

Ahí estábamos la vorágine ochentera con los genitales inflamados de emoción por ver a una de las grandes míticas del punk rock por primera vez en nuestra mochita y ajena Guadalajara. Pennywise por fin estaba en casa y se nos caían las uñas y se nos escurría cerveza en la garganta en la espera del gran guitarrazo inicial el cual por simple tradición tendría que aflojarnos las bragas y sacudir nuestras rodillas lesionadas.

El marco inmejorable, los puños de chavorucos fundiéndose en fraternales abrazos de angustia godín y enmielando la noche con cerveza y cigarrillos. Las bandas abridoras dándolo todo para enmarcar aun más, el lugar pletórico, el audio perfecto, los pajarillos cantan la luna se levanta... en fin una noche que tendría que ser recordada como épica y hermosa teniendo en cuenta una exquisita entrada de H20 como previa estelar, donde incluso el hijo del vocalista se dio tiempo de tocar "Nothing to prove" para ponernos a todos la piel de gallina culeca.

Y entonces llegó el momento de la entrada de Pennywise y se ahogó el grito de extasis en una casi transparente guitarra de Fletcher que a juzgar por lo bofo del sonido parecía que tocara su guitarra con bombones en lugar de la plumilla o las uñas. Es normal. dijimos todos, suele pasar en los shows con las primeras canciones y nos consolamos con nostalgia, un sorbo de cerveza más y una mirada cómplice del compañero de al lado, pero nada cambió para el segundo tema, al contrario cada vez se hacía más confuso el recital.

No podíamos emocionarnos del todo, era Pennywise frente a nuestros ojos pero algo andaba muy mal, y cantábamos en silencio encontrando refugio más en la nostalgia que en el concierto en sí y de a poco se nos fueron introduciendo la molestia y la angustia. Algunos nos armamos de valor y nos acercamos al ingeniero de la banda a suplicarle una solución auditiva pero parecía que este joven héroe se refugiaba en una total esfera de sonido propia y evitó cualquier comentario a su pésimo trabajo. 

Arriba del escenario la banda no tenía idea de lo que abajo pasaba y algunos más optaron por ignorar la terrible falla y sumirse en un slam de categoría triple A y la fiesta continuaba. Sin embargo en la parte medular cada final de canción los silbidos y denuncias cada vez eran más evidentes y de choque contra un solitario ingeniero que deambula en su mundo ambiguo de mi pequeño Pony ignorando las súplicas de cientos que añoraban abrazar los acordes reales de punk rock skate noventero.

Así nos fuimos al encore en una noche hermosa de recuerdos pero de angustioso orden sonoro, Pennywise trajo del camerino el bajo de "Stand by me" y la piel y la garganta se hacían nudos mientras Jim Lindberg cantaba con drama y calidez la pieza sesentera solo para volver a la realidad del punk rock vacío a cargo del ingeniero descalificado. Los presentes optamos solo por sonreír y fundirnos en alegría y sabor de media noche al lado de nuestros ídolos de juventud.

Se fue la noche en el C3 de Guadalajara que al igual que los invitados y los músicos nada de culpa tuvo de una desafortunada noche de un ingeniero de sonido que mató el grito loco del punk rock. Muchos tal vez nisiquiera lo habrán notado embriagados de alegría, otros encrucijados en alcohol tampoco advirtieron la noble falla. Lo cierto es que la avenida Vallarta al final se convirtió en reseña de una noche extraña a falta de la explosión total del punk rock.

Pennywise por fin estuvo en casa, en nuestra mochita y bandera Guadalajara y todos fuimos inmensamente felices como para volver a vivir dos horas de nuestra juventud ausente. Noches de este pequeño pueblo tapatío donde nos volvemos a ver todos las caras para juzgarnos de viejos y petardos, de panzones y pelones y demás. Una gran noche, una gran tocada que a pesar de que un ingeniero de audio se empeñó en destrozar, lo vivimos como lo que fue: La noche en que Pennywise pisó Guadalajara.