jueves, 10 de marzo de 2016

SE FUE EL TEMO



Creo que a todos se nos encrucijaron las muelas y se nos dislocaron las uñas de emoción el sábado pasado mientras el Cuau danzaba en los linderos del área grande como si fuera Marco Van Basten y de pierna derecha levantaba una parábola que no entró por escasos dos meñiques de Belinda. El América me importa casi lo que a Belinda este blog pero de mil amores me hubiera gustado ver esa pelota hacerle el amor a las redes del azteca.

Ajenos y propios vivimos media hora de espectáculo panbolero de gala, morbo y emoción palpable en los últimos minutos de Blanco en la cancha. El Blanco de la joroba, el de Tepito, el Blanco que se rebanó a Galilea, el de las mil patadas, mil broncas, el de la mentada de madre, el Blanco que se burló de Lavolpe, el que celebró como orinando perrunamente, el del puñetazo a Robles, el del puñetazo a Faitelson, el Blanco del Ame y del Tricolor, el que retó a la lógica y le marcó a Bélgica en el 98, el que le marcó al Madrid en el Bernabeu y jodió las apuestas de sus compañeros, el Cuauhtemoc de las masas.

El futbol moderno carece de actores y prioriza los atletas aburridos, se ha convertido en una carnicería de músculos y garra en la cancha y en una avalancha de virtudes morales fuera de ella, por lo tanto, hoy en día ser futbolista es cercano al ser humano perfecto en lo físico y en lo moral. El resultado entonces son partidos llenos de fuerza y competencia, algunos increíblemente buenos donde los jugadores y el árbitro despliegan dotes físicas y técnicas y donde fuera de la cancha debemos entenderlos como seres supremos que viven lejos de nuestras asquerosas vidas mundanas de asquerosos humanos comunes y corrientes llevados al vicio y la rutina.

Por eso es fabuloso ver a la cara opuesta del futbol por treinta minutos más, ver al Cuauhtemoc Blanco de la joroba y que nunca fue el más atlético, al que moría en la cancha a su manera y se divertía horrores fuera de ella. Muy pocos jugadores como él aderezan y ponen la pimienta a las canchas con sus ocurrencias y nos dan felicidad con declaraciones picantes y valientes, y nos alejan de la nueva moda de la liga moralista de prensa futbolera. El futbol está secuestrado por seres perfectos dispuestos a despatarrar en contra de cualquier astuta maniobra que cada futbolista pudiera tener, por eso el sábado pasado fue hermoso ver a Cuauhtemoc jugar en campo a pesar de todo.

El futbol debe volver a ser de humanos con errores y atinos, con cerveza y sin ella, con fiestas y sin ellas, con divorcios y amoríos, con lesiones y patadas, con broncas y mentadas, el futbol suplica seguir siendo un deporte de pasión y no una jaula alterna de telenotas.

Se fue Cuauhtemoc para siempre, se fue nuestro odiado más querido, el que se mofó de todos los equipos del circuito profesional mexicano. No se ve aun otro personaje que pueda suplir al Temo, no se ve alguien con más cábula y jiribilla que el divo de Tepito. El Cuau se va con la frente en alto, hoy se dice arrepentido de tantas rabietas y tarjetas rojas dentro de la cancha, yo creo que todo lo que hizo el jorobado era necesario para recordarle como la chispa del futbol mexicano.

Hasta siempre Cuau, y gracias pero muchas gracias por el gol contra Bélgica en el 98, de los que más grité en mi vida...